
Podríamos decir que muchas veces la vida es un torbellino, un remolino de emociones que nos lleva a perseguirnos el rabo. Especialmente, cuando la ira se apodera de nosotros. Pero sumercé está muy equivocado si cree que la ira está ahí solo para darnos dolor de cabeza o estrés. De hecho, esta emoción compleja y poderosa surge como respuesta a la frustración, la injusticia o el dolor. Y es una emoción válida. La vaina es que en tiempos de ira, es fácil perder ciertos significados positivos que trae la vida consigo, y podemos caer en un ciclo de negatividad y resentimiento. Pero, incluso en medio de la tormenta emocional, la gratitud puede ser un faro de luz, guiándonos hacia la calma y hacia un cambio de perspectiva. Acompáñenme a ver esta triste historia, bueno no es triste, pero sí vamos a explorar cómo la gratitud puede ser una herramienta poderosa para navegar la ira, sin negar ni invalidar esta emoción, sino integrándola en un proceso más tranquilín, más de sanación y crecimiento.
Ese momento en el que voló mierda al zarzo...
Uno va relajado por la vida y de pronto algo como que no le cuadra, como que hay una amenaza, como que es injusta la cosa, como que hay un sentimiento de frustración. Y zaz que se prenden las alarmas, y pum que me emputo yo, se emputan todos y buscamos escudos, formas, maneras de proteger o de reaccionar ante aquello que sentimos vulnerado. Entonces la ira es una señal de que algo no está bien, una señal que bien manejadita puede impulsarnos a buscar nuevas vías. Es importante validar la ira como una emoción legítima, y reconocer que sentirla no nos convierte en personas malas, débiles, culpables o injustas (ojo que puede ser adictiva).
Si bien la ira es una emoción válida, puede ser destructiva si no se maneja adecuadamente. La ira descontrolada puede llevarnos a decir o hacer cosas de las que nos arrepentimos, dañar nuestras relaciones y afectar nuestra salud mental y física. No sea imprudente, diría mi mamá. Es importante aprender a manejar la ira de manera constructiva, expresando las necesidades de forma asertiva y buscando soluciones a los problemas que la generan.
Y es aquí cuando la gratitud puede ser un antídoto poderoso contra la situación que genera ira. Al enfocarnos en las cosas buenas de la vida, incluso en medio de la adversidad, podemos cambiar nuestra perspectiva y reducir la intensidad de la ira. La gratitud no niega la ira, sino que nos ayuda a equilibrarla, recordándonos que la vida también tiene momentos de alegría, belleza y bondad.
¿Cómo agradecer para que la ira no se le salga de la cantimplora? Primero, reconozca y establezca la validez que tiene la ira, permítase sentirla, obsérvela y no la juzgue, ni se juzgue, ni juzgue a los demás, trátese con amor y a los demás también, todos metemos las patas y tenemos derecho al perdón. Segundo, búsquele el lado positivo a la vaina, incluso en las situaciones más difíciles, incluso cuando esté hasta el cuello, siempre hay algo por lo que estar agradecido: un momento de paz, una sonrisa, o un recuerdo agradable, unas papitas chorreadas, un chocolatico con pan. Tercero, materialice esa gratitud escribiéndola o expresándole a otras personas lo mucho que les agradece por su apoyo. Cuarto, enfóquese en el presente y no le eche la leña del pasado a ese fogón.
Recuerde: La gratitud no es una cura mágica para la ira, pero puede ser una herramienta poderosa para navegarla. Al practicar la gratitud, podemos cambiar nuestra perspectiva, reducir la intensidad de la ira y encontrar momentos de paz y alegría, incluso en medio de la tormenta que implica estar emputado. La ira es una emoción humana válida, y aprender a manejarla de manera constructiva es un proceso continuo.
27/05/2025